2.8.05

agradece tus choripanes (oda al cerdo)

En la ciudad no hay granja,
pero tenemos supermercados.
Tampoco tenemos granjeros,
pero muy monas las chicas
del super con su gorro blanco
y su delantal manchado me
ofrecen las bondades del corral
en rebanadas.
¡Cómo te quiero puerco! Cerdo.
Gordo.
En la ciudad, a veces, se hace
lodo, pero aquí nadie entiende
la gracia de girar en su propia
caca.
En la ciudad todos trabajan
y sudan. Los hay que van al
gimnasio: enemigos de sí
mismos, enemigos del espacio,
de abarcar más.
Nadie entiende, ¡o puerco divino!,
que el tocino es sacrificio
del bueno. Nadie sabe lo
mucho que te mueres en tu
espera, en tu no hacer nada,
en tu desgano para inflarte
la panza de maíz seco.
En la ciudad, ¡cómo todos
imaginamos tus jornadas
tranquilas!
Se nos escurren entre los
dedos los sagrados aceites de tu
longaniza y no somos para
darte las gracias, acaso
para pasar por la granja
un día y verte ahí tirado,
sucio, cansado en tu sacrificio
de grasas, y pensarte lo
más bello que puede haber
sobre un par de tortillas.
¡O puerco divino!