16.8.05

Argumento para no pedir la beca Edmundo Valadés

Discurso inacabado nunca presentado, nunca corregido
Al Javo, al Lalo y a la Lola.

Lenguaraz como todo lo vivo presente se integra y cambia los usos. Unos están implícitos y no podrían ser otros: ustedes están sentados o parados o no están, y hay sillas, y esta mesa, y este papel que se parece mucho a lo que hablo. Escuchamos la palabra: es un evento literario. Lenguaraz es una revista de literatura. Entre tantas otras cosas, Lenguaraz atenta contra la literatura. Esta parte es la obvia, la implícita que decía. Otra, y es de la que quiero hablar, me da un poco de risa. Entre muchas funciones, o usos, inciertas por no previstas, está la de boquete: aquella de abrir espacios o apenas jugar a que se actúa ser planta (y tirar raíces). No pensaba que fuera ser, pero fue y me molesta. No digo perturbar porque el encabronamiento me traicionaría. Y esto nunca se trata de mentir, se trata acaso de decir la verdad absoluta del universo, de hablarla o decirla palabra a palabra. Ejemplo: ésta es Lenguaraz y es la mejor revista de literatura mexicana. Pero decía que estoy enojado entre risotadas. Me metí a la página del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Peco de pedante: es un varo del gobierno para que los que decimos yo o miguelito cuando de Arte se trata. Muy buena onda en principio, pensaba. Y luego vino la decepción. Un extrañamiento falso al ver repetidos absolutamente todos los nombres que pude haber registrado en mi cerebro, entre libros de reciente publicación (cualquier libro), fichas técnicas en los museos, listados en los trípticos teatrales, y cabezas de jurado. Un poco más allá de la decepción (no me acuerdo si me paré y busqué los valiums que no tenía donde no los había) cuando caían con el cursor en pantalla nombres de maestros amenos. Pero bueno, ¿cuál es el pedo? Pues lo increíble es que empecé a creer que todo creador en México acababa tarde o temprano mendigándole dinero al gobierno pa las instalaciones o las tortas (que ya pal caso neta es lo mismo). Y es el gobierno. Y son los creadores. Y parecen ser todos. Y estoy seguro que no lo son. No son porque aquí entre manos me caben por lo menos diez, o cien, o mil si hago trampa, y otra vez todos si le echo un telefonazo a Dios y le pregunto: ¿Oye Dios, qué onda quién neta te la está armando de tos, cuántos nada más necean con el de la consagración? Parece que son todos o todos son los que aparecen. Ahí. Listados. Como para la cartilla. Lo que entiendo entonces es que, bien o mal (juro por la vida de todos menos la mía que no lo sé), en México, que es donde ahora aparece Lenguaraz, el conjunto de los creadores es uno, y es uno con el mismo dinero. Reciclado como cambiar de lentes para el sol cada fin de semana en Tenesí sin gastar un clavo. A crédito o a chequera vencida. Pero pantallas planas, cuentos nuevos y exposiciones contemporáneas siempre y al fin. Entonces decía: Lenguaraz entre otras funciones que no pensaba fuera a cumplir, cumple la de abrir un espacio: el de la literatura para no leer.
o sea, pues, chinga: ¿dónde está la contracultura? ¿o la contra? ¿o por lo menos lo otro, la parte que chinga?