13.7.05

como te chupan las constelaciones (poesía existencialista)

soy un hombre cualquiera
otro mortal en la tierra
que se piensa y escribe héroe de su épica vida
soy apenas Aquiles
algún extranjero en la playa
soy la primera letra de mi apellido y un punto
soy un loco y la locura es imagen y atributo
soy todos los que escriben con ésta mi pluma
soy los detectives salvajes
soy mi nombre y todas sus muertes
soy un hombre cualquiera
en cualquier paraíso
en cualquier universo posible

Ufanía

El lugar se parece mucho al de mi casual utopía. Hay una mesa de madera sin barniz, sin color muy cerca la entrada.

A mí, en cambio, me gusta checar tarjeta. Despertar temprano. Tener tiempo apenas de un café. Un baño. Un periódico: una lectura tan actual como los almohadazos en mi cabeza y como el limbo latente entre no saber si se sigue soñando y la certeza absoluta de que es un día más y se está ya parado, buscando qué hacer, pasando lista.
A mí algo que me puede poner de malas es que me hablen mucho al despertar: “¿ya te vas?”, “¿descansaste?” y la peor “¿qué vas a hacer hoy?”. Carajo! Si hay algo que precisamente no sé al despertar y que, de hecho, me mantiene aún de buenas (en ese limbo exquisito) es no saber lo que se hará ese día. ¿Día?, a esas alturas (profundas precipicio –cabeza sobre almohada sobre tapete sobre parquet que se proyectan dirección centro de la tierra en un viaje vertiginoso y relajante- o extraterrestres cielo azul –la tranquilidad de pensar en la posibilidad de viajar volando sin artefactos más que los de un chapuzón en el mar-), digo, en esos momentos uno todavía no sabe que le depara un tiempo medido en cucharadas, uno de esos días. Uno, entonces, se encuentra en la ambrosia de haberse despertado quién-sabe-donde, pero en algún espacio-tiempo indefinido aún entre territorios de sueño y concretos de realidad. Se está feliz de imaginar, y saberse en, una realidad (y esto, cabe decirlo, es así, regla de vida) tan maleable como aquel mundo de sueños del que se acaba de salir lentamente despegando la cabeza (se pueden ver los hilos babosos) de la almohada, de la tierra si no.

Igual me gusta checar tarjeta. Decir ya llegué y llegué a trabajar. Claro, haría lo que sé hacer. Sería oficiante (oficinista) en tanto realizase aquel oficio para el que dios-todopoderoso me colocó en determinado espacio-tiempo del paraíso.
Checaría tarjeta ya dentro de este lugar que se parece mucho al de alguna utopía. En aquella mesa habría siempre dinero. Billetes: papel con valor agregado. Para pizzas, para copias, para enviar faxes, para unos cigarros, para completar para el güato, para la comida corrida, para un café fuera, para rentar una peli, para un disco pirata, para la renta-el gas-el teléfono-y la luz, para pasar el tiempo en horario de oficina sin parar de trabajar.
No puedo decir qué haría dentro. No podría elaborar frases contundentes que describieran mi trabajo. No hay tal cosa como un producto final de mis jornadas ahí dentro que le diera significado a mi oficio.
Puedo decir que dentro habría una computadora, un desorden de libros, publicaciones periódicas varias, plantas, una cocina, mesas-tablas largas y anchas, plumas, lápices, compases, gomas, plumones, plumines, plumenos, acuarelas, oleos, latas, pinceles, pinsoles, pinsules, papeles, papeles, y papeles, una impresora, un tocadiscos (con radio), una televisión, un reproductor de películas, sillas, sillones, sofas-cama, paredes y ventanas.
Podríamos trabajar varios ahí. Varios checando trajeta todos los días.

Lo que se hiciera de mi trabajo, digo de mis horas hombre invertidas ahí dentro oficiando, no importa, no importaría, no importará.
Lo trascendente es aquella mesa cerca la entrada. Sin barniz, sin color, pero siempre con dinero, o comida, o piedras, o aquella metáfora definida como intermediaria del trueque, propuesta, electa y ratificada fuera de aquel espacio donde oficiaríamos algunos que llegaríamos temprano a checar tarjeta.
Lo trascendente es dios y dios proveerá.

ya me voy a bañar